Donde se orille el poema,
habrá el remanso
Juan Cerono
Es noviembre. A finales. Hay una muerte y hay un amor. El mismo día. Hay un
héroe. Los pies del héroe se resbalan. Los pies del héroe tambalean. Los pies del
héroe se vuelven precipicio. Hay el aire tibio. Hay el tilo en flor. Y hay un beso.
También hay un beso. Unos que duelan. Unos que aman. El mismo día.
Es noviembre. A finales. Hay otros pies. No los del héroe. Otros. Cuatro pies. O
dos pares. Mejor dos pares. Caminan juntos, sin apuro, sobre un suelo sólido. Un
deseo sólido. Alrededor, las gentes en llanto. Porque los pies del héroe,
resbalaron, tambalearon, se volvieron precipicio. Unos que aman. Unos que
duelan. El mismo día.
Es noviembre. A finales. Hay una plaza. Hay una esquina. Hay un banquito. Los
cuatro pies, los dos pares, mejor dos pares, detienen la marcha. Hay el aire tibio.
Hay el tilo en flor. También habrá la canción y habrá la novia. Porque en esa plaza,
en esa esquina, en el banquito, un beso se resbala, un beso tambalea, un beso se
vuelve precipicio. El mismo día.